Cortas historias de misterio

El 31 de octubre, es Halloween o el día de las brujas, celebración moderna que en los países de habla hispana está vinculada con la víspera de la festividad cristiana del día de Todos los Santos.

En la noche de cada 31 de octubre los niños salen a pedir dulces en tiendas, supermercados y panaderías. Si los niños quieren dulces cantan: «quiero paz, quiero amor, quiero dulces por favor». Aquellos afortunados expuestos a esta serenata, retribuyen con dulces, caramelos y otras delicias infantiles. Así que el «botín» es generoso.

En este artículo, encontrarás el resultado de una actividad que hemos preparado con algunos de mis estudiantes. Lo que leerás, son algunas «historias misteriosas», todas bajo la técnica de historia corta, las cuales cuentan adicionalmente con datos curiosos y un audio por cada una de ellas, que te acompañaran en el proceso de lectura y comprensión para que leas, aprendas, disfrutes y te sorprendas.

El Último Ascenso

Por fin el día ha llegado. Rodrigo y Juanita están listos.

Desde hace unos días, han comenzado a prepararse para el ascenso. Empacaron bastante para beber y comer. No obstante, tuvieron cuidado de no llevar demasiado. Cada gramo tiene que ser de uso.

Con los víveres y el equipo atado con correas a sus espaldas, los dos aventureros empiezan el gran ascenso.

Paso a paso progresan hacia la cima. De pronto, los sorprende un chubasco, pero están preparados para este caso.

El camino se convierte en una pista deslizante. Rodrigo tiene que hacer un salto para alcanzar el siguiente asidero.

Para espanto de Juanita, Rodrigo se resbala.

Juanita debe ver como él cae abajo, choca contra la tierra y ya no se mueve.

Viendo hacia Rodrigo ella escucha una voz tenue a lo lejos.

— “¡Rodrigo! ¡Juanita!”

Juanita gira su cabeza pidiendo:

— “¡Un poco más papá!”

— “¡Rápido, rápido, bájense del pasamanos, Mamá está esperando en el coche!”

Los niños que se portan bien saltan de las barras, se ponen de pie y corren hacia su papá.

El Detective

Juan era policía y trabajaba en el control de fronteras. A diario, miles de personas cruzaban la frontera por diversas razones; viajes, negocios, visitas a su familia o amigos.

El trabajo de Juan era encontrar gente que estuviera tratando de cruzar la frontera con malas intenciones. ¡Cuidado con los contrabandistas!

Juan era el mejor policía en su equipo porque él solía encontrarlos fácilmente; sabía cuando alguien estaba actuando de manera sospechosa.

Un día, Juan vio a un hombre acercándose a la frontera en bici. Llevaba bolsas grandes y llenas en cada lado. Tuvo una mala sensación sobre él, así que, lo detuvo para investigar.

Juan le pidió al hombre abrir sus bolsas. Adentro, solo había ropa y otras cosas usuales para viajar. Nada especial.

Desconcertado, Juan le dejó pasar.

Día tras día, el hombre cruzaba la frontera. Juan no podía dejar de pensar en aquel extraño hombre. Su instinto no lo dejaba en paz, así que cada vez, él revisaba las bolsas del hombre. Pero nunca llevaba nada malo.

Juan pensó y pensó… Este hombre estaba tramando algo malo.

Como era de imaginarse, era muy difícil esconder algo en bicis tan delgadas y pequeñas.

¿Qué podría ser?

…Y fue en este momento, que Juan lo supo. Él había respondido a su propia pregunta.

Todo estaba pasando justo en sus narices…

Al siguiente día, cuando el hombre trató de cruzar la frontera otra vez, Juan le dijo:

—“¡Alto! ¡Queda usted detenido por contrabandear bicis!”.

Y, una vez más, Juan lo había hecho bien.

La Foto

Cuando me desperté esta mañana y revisé mi teléfono celular, en mi pantalla de inicio había una nueva imagen de mí, durmiendo esa noche…

…pero, ¡vivo solo!

Una noche sin dormir 

,,Hace diez años, cuando Jorge estuvo por última vez en este hotel, estaba lloviendo como hoy.

La noche estaba cayendo y con la lluvia tan fuerte todo parecía aún más oscuro de lo usual. 

Como hace diez años, el cocinero estaba fumando tomado de la baranda en frente de la entrada. 

— ¡Diego! Un nuevo cliente, ¡date prisa!

Por la puerta salió el portero, corrió hacia Jorge y tomó sus maletas.

Tantos años han pasado y ni Diego el portero, ni el cocinero, cuyo nombre Jorge no recuerda, habían cambiado casi. 

Jorge pronto entró al hotel huyendo de la lluvia.

Aunque estaba limpio, había olor a polvo.

Ahora mismo el lugar tenía pocos huéspedes y podría estar muy tranquilo, pero el aguacero no daba la posibilidad de silencio.

La tercera persona que Jorge vio aquí fue la mucama que estaba subiendo la escalera central.

Jorge no pudo ver su cara, por eso no pudo saber si la conocía. 

Después de un diálogo corto con el portero, Jorge finalmente tuvo la oportunidad de descansar. Se acostó en la cama y enseguida le invadieron los recuerdos. Los recuerdos de su mujer Lola. 

Hace diez años pasaron su luna de miel en este hotel y hace cuatro años Jorge la perdió, lleva cuatro años de soledad.

Quizás si Jorge pudiera ver su cuerpo, a él le sería más fácil aceptar su muerte. Pero después de este maldito accidente de avión todo quedó completamente desintegrado, incluido su pequeño bebé a quien ellos llevaban esperando siete meses.

Él tenía todo y en un instante, perdió el mundo entero. 

En aquel tiempo, a él le parecía que Lola podía entrar a su habitación en cualquier momento, viva y sonriente. Pero eso no sucedió y un día Jorge se dio cuenta que estaba completamente solo.

La tristeza y nostalgia le hicieron comprar los billetes para ir a un lugar donde Lola y él pasaron una época memorable y feliz. 

Jorge apagó la lámpara de noche y cerró los ojos. 

…Jorge paseó por los pasillos del hotel. Todo estaba muy oscuro y sucio. La telaraña estaba colgando de lámparas y ventanas. Las paredes estaban manchadas con algo parecido a sangre seca. Había olor a podredumbre y polvo. 

Jorge vio al cocinero en frente de la entrada a la cocina. El cocinero se volvió hacia él y Jorge se mordió el labio para no gritar. ¡El cocinero no tenía cara! 

 —Es una pesadilla, debe ser una pesadilla… 

Jorge corrió por otro pasillo y vio la silueta de una mujer. Dio dos pasos adelante y entendió que esa mujer era Lola. Su cara estaba pálida, como una hoja de papel con dos agujeros en lugar de ojos.

En ese momento, Jorge no tuvo fuerzas para no gritar.

Gritó … y abrió los ojos.

Estaba en su cama, limpia y caliente. Una pesadilla… Jorge dio un suspiro de alivio. Pero, algo era diferente. La lámpara de noche y otras lámparas en la habitación estaban encendidas. 

Jorge extendió la mano hacia el interruptor y en ese mismo momento oyó como la puerta de su habitación de repente se cerró. Ese sonido le puso la piel de gallina. Cerró los ojos abrazando la manta. 

Había dejado de llover y el silencio era sepulcral. Con cuidado, Jorge abrió los ojos.

Lola… 

Lola estaba a su lado, pálida e inmóvil, mirándolo a él directamente. El olor a polvo se mezcló con el olor a putrefacción.

Jorge escuchó su suspiro profundo y bajó como saliendo de un abismo. En un momento Lola desapareció como si nunca hubiera estado ahí. El sonido de este suspiro atroz fue todo lo que quedó de ella. La puerta de repente se cerró otra vez.

Jorge corrió al pasillo y vio la silueta de la mujer. Ahora, el suspiro era más fuerte y más aterrador.

Su mujer cantaba en su cabeza con una voz suave y lejana.

Él corrió con todas sus fuerzas pero, la silueta desapareció en alguna habitación.

El sol estaba saliendo. Jorge corrió buscándola, pero con la luz, el suspiro empezó a debilitarse.

Loco de susto y con el deseo de ver lo que no se puede, Jorge recorrió todos los rincones del hotel. 

Cuando Jorge se paró, el sol ya brillaba fuertemente. El suspiro desapareció y el único sonido que quedaba era el de las gotas de agua cayendo del techo perforado.

Hojas ennegrecidas cubrían el suelo. Las telarañas estaban colgando de lámparas y ventanas rotas, dejando sombras misteriosas. 

Solo ahora Jorge se daba cuenta que, este lugar desafortunado, había sido abandonado hace muchos años.

Ella 

Era otoño y Andrea se preparaba para el viaje de fin de año.

— Debo llevar una toalla, chanclas, traje de baño y bloqueador solar.

— No vayas al viaje, quedémonos juntas. Mira que tendremos la casa solo para las dos.

— Mónica, ¿Cómo se te ocurre? ¿Qué les diría a mis padres? Bien sabes lo que pasó la última vez que seguí tus consejos.

— No seas gallina. Además, el castigo solo duró unos meses.

— Mi respuesta es ¡no! ¿Acaso no recuerdas lo solas que nos sentíamos y lo feo que era ese lugar?

En ese momento su primo entró a su dormitorio para avisarle que, todos estaban listos y saldrían en unos minutos de la casa.

— Nicolás, dile a mi mamá que bajaré en 15 minutos. Dile que, por favor, me espere.

El niño avisó a su tía y le comentó algunos detalles.

— ¡Tía! Andrea dijo que bajaría en 15 minutos. Está un poco atrasada. Seguramente se demoró porque está hablando con su amiga.

— ¿Cuál amiga?

— Ella mencionó una tal Mónica.

— ¿Qué? ¿Otra vez? No puedo creer que ciertos problemas se nieguen a desaparecer.

— ¿Por qué tía? ¿Ella es una mala amiga?

— No Nico, Mónica no existe, es producto de la esquizofrenia de Andrea.

Terror en tres palabras 

Yo empiezo:

 —Tenemos que hablar…